Importancia de la literatura fantástica

12.01.2017 09:55

Importancia de la literatura fantástica 

 

¿Qué es el cuento? 

El cuento moderno nace en los Estados Unidos, en la primera mitad del s XIX, de la mano de Edgar Allan Poe, padre de la literatura fantástica. Según reza el libro Teoría y técnica del cuento de Enrique Anderson Imbert: 

«El cuento vendría a ser una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un suceder real, revela siempre la imaginación de un narrador individual. La acción –cuyos agentes son hombres, animales humanizados o cosas animadasconsta de una serie de acontecimientos entretejidos en una trama donde las tensiones y distencionesgraduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan por resolverse en un desenlace estéticamente satisfactorio» (1992: 39-40). 

De esta acertada definición se infiere que en los cuentos tienen que pasarle cosas al protagonista -del griego ‘protos’, primero, y ‘agonistis’, combatiente- en una lucha de tensiones y distensiones cuya intensidad va in crescendo, con el fin de atrapar al lector, hasta que finalmente el conflicto se resuelve para concluir en un desenlace. Siempre hay una resolución y un desenlace, aun cuando este sea abierto o moralmente insatisfactorio, para bien o para mal del protagonista, las tensiones siempre acaban por distenderse. 

En pocas palabras, un cuento debe constar de cuatro partes: la descripción de la situación en que se encuentra el personaje en el momento inicial, la interferencia de un disparador inesperado que altera la situación inicial, el conflicto que resulta del choque entre esas dos situaciones, y la resolución de dicho conflicto. 

 

¿Qué es la literatura fantástica? 

Lo fantástico plantea una duda entre una explicación racional y una irracional en el conflicto de la historia. Un acontecimiento anormal choca con la normalidad del mundo en que está inmerso el personaje.  Se ubica entre lo insólito y lo maravilloso, es decir, un mundo realista se ve sacudido por fenómenos paranormales.  La vida cotidiana de los personajes se ve interrumpida por sucesos que no pueden explicarse de manera racional y este imprevisto giro de los acontecimientos desencadena en ellos una suerte de vértigo existencial angustiante provocado por un nuevo e inesperado estado de inseguridad. Exige una transgresión de la realidad que nos demuestra que en el mundo literario siempre hay varios universos posibles. 

Con palabras de Emilio Carilla en ¿Qué es lo fantástico?: 

« […] es evidente que bajo la denominación de literatura fantástica abarcamos un mundo que tocaen especial, lo maravilloso, lo extraordinario, lo sobrenatural, lo inexplicable. En otras palabras, al mundo fantástico pertenece lo que escapa, o está en los límites, de la explicación ‘científica’ y realista; lo que está fuera del mundo circundante y demostrable» (1968:20). 

Para Louis Vax: 

« […] el arte fantástico debe introducir terrores imaginarios en el seno del mundo real… Lo sobrenaturalcuando no trastorna nuestra seguridad, no tiene lugar en la narración fantástica» (1960:6). 

 

¿Qué diferencia hay entre lo fantástico y lo maravilloso? 

Lo fantástico transgrede la realidad en un mundo realista mientras que lo maravilloso transcurre en un mundo paralelo. Por eso podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que es un error referirse a sagas como El señor de los anillosJuego de tronos o Las crónicas de Narnia como literatura fantástica. Roger Caillois define lo fantástico como «un juego con el miedo» y explica así las características que lo diferencian de lo maravilloso: 

«El universo de lo maravilloso está naturalmente poblado de dragones, de unicornios y de hadaslos milagros y las metamorfosis son allí continuos; la varita mágica, de uso corrientelos talismaneslos genioslos elfos y los animales agradecidos abundan; las madrinasen el actocolman los deseos de las huérfanas meritorias… En lo fantástico, al contrario, lo sobrenatural aparece como una ruptura de la herencia universal. El prodigio se vuelve aquí una agresión prohibidaamenazadora, que quiebra la estabilidad de un mundo en el cual las leyes, hasta entonceseran tenidas por rigurosas e inmutablesEs lo imposiblesobreviniendo de improviso en un mundo de donde lo imposible está desterrado por definición» (1970:11). 

Esta decisión del autor, de decantarse por sumergirnos en un mundo realista o imaginario, redunda en que el lector pueda identificarse con el protagonista o no. Para que una lectura resulte ominosa, dicha identificación resulta indispensable. Por eso nos da repelús que un personaje bese a un muerto en un mundo real, pero no que lo haga el príncipe de Blancanieves. Por el mismo motivo nos aterroriza el Frankenstein del mundo de Mary Shelley, ni muerto ni vivo, ni culpable ni inocente, desconcertado ante el abandono de su creador en un mundo al que no pidió venir, y no el de ¡Silencio, niños! de Ema Wolf, que asiste a una escuela de monstruos. Por la misma razón no nos da miedo The monkey’s paw de William W. Jacobs, versión moderna del romance medieval Tres deseos, difundido este gracias a la versión de Charles Perrault, que tampoco da nada de miedo. Por eso mismo nos da pavor el Drácula de Bram Stoker, que se oculta del sol no para no desintegrarse, y no los vampiros vegetarianos de Stephanie Meyer, que lo hacen para no brillar. Por eso da pena que sufran los buenos, pero no los malos –a menos que el lector se identifique con el antagonista, lo cual se da en casos excepcionales-. Por eso da pena que sufra el desvalido –a menos que el instinto de protección del lector no se despierte, que también sucede en ocasiones escasas-. Por eso los monstruos que más miedo nos dan son los que se corresponden con una representación verosímil en la mente del lector, los que de alguna manera reflejan sus propias incertidumbres. Por eso las obras de terror que más triunfan son las que tienen como asesinos a fenómenos paranormales, extraterrestres, animales y, especialmente, niños pequeños. 

 

¿Qué función cumple la literatura fantástica? 

Además de aportar los innumerables beneficios que brinda toda literatura en calidad de vehículo de transmisión de ideas, la literatura fantástica cumple una función única de su género. La vuelta a la realidad después de cerrar un libro de horror es casi tan reconfortante como el retorno al estado de vigilia después de una pesadilla. Por eso no es casual que La interpretación de los sueños de Freud haya dado el pistoletazo de salida al siglo que representaría el boom del psicoanálisis y de la literatura fantástica. Eso sumado a que, en un mundo ya explicado por la ciencia en el que cada vez más gente se convence de la imposibilidad de los milagros, lo fantástico abre una nueva puerta a lo inexplicable, a lo sobrenatural, igual que siglos antes lo hiciera la aparición de cientos de religiones en el mundo entero. 

 

¿Por qué tantas obras  de la literatura fantástica fueron censuradas, mutiladas y proscritas, especialmente en la segunda mitad del s XX? 

Sin más referencia que mi propia biografía, mi nacimiento ocurrió en la Argentina de 1977, seno de militares, secuestros y exterminio de miles de estudiantes universitarios librepensadores. En ese marco, el El principito de Saint Exupéry se había prohibido porque, según el gobierno de facto, incitaba a una «ilimitada fantasía» y emulaba la búsqueda de amigos por parte del protagonista; en otras palabras, constituía una amenaza para los mecanismos de control. Sin embargo y en detrimento de la literatura universal, los motivos de la censura no solo siguen fines políticos. En los más diversos rincones del mundo, cada día se sigue censurando también por motivos religiosos, de raza, de género e incluso por motivos aún más absurdos, como fue el caso de Black beauty de Anna Sewell, censurado en Sudáfrica a causa del desafortunado nombre del caballo protagonista que aparecía en el título. De todos los tipos de censura, la ejercida sobre la literatura infantil es, sin lugar a dudas, la más lamentable. Esta se da, sobre todo, en el campo de la literatura fantástica, mientras que, por un lado, los censores defienden que la mutilación y proscripción de ciertas obras protegen las sensibles y maleables mentes infantiles de la maldad que oculta la literatura fantástica tras su aparente inocuidad y, por el otro, los psicoanalistas insisten en la idoneidad de la literatura fantástica, especialmente durante la primera infancia, para aprender a resolver conflictos igual que lo hace nuestra imaginación en la fase onírica. 

 

¿Qué se conoce como literatura neofantástica? 

En su conferencia en La Habana, ya en 1962, Julio Cortázar fue el primero en expresar su insatisfacción ante la generalización de lo fantástico: «Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género llamado fantástico por falta de mejor nombre» (1962:3). Para Cortázar, la técnica de meter fantasmas, licántropos y vampiros en viejas casas abandonadas, azotadas por vendavales junto a pantanos con vapores que eclipsan el horizonte, estaba muy bien para los lectores contemporáneos a Poe e incluso a Lovecraft pero en la segunda mitad del sXX quedaba desfasada. En lo neofantástico ya no intervienen seres paranormales. En cambio, la incertidumbre provocada por dichos seres se consigue ahora a través de silencios, detalles que el autor no aclara y que ni el personaje ni el lector son capaces de descifrar. 

 

Importancia de la semiótica en la literatura fantástica. Metáfora, símbolo y alegoría.  

La semiótica, o semiología, es la disciplina que estudia el signo como entidad que facilita la comunicación. Las figuras retóricas analógicas más relacionadas con la representación del signo, y que tan recurrentes son en la literatura fantástica, son la metáfora, la simbología y la alegoría. 

Según explica Borges en su Neuf essais sur Dante: 

«Comme tous les mots abstraits, le mot métaphore est une métaphore puisqu'il veut dire en grec transposition. Une métaphore comporteen géneraldeux termesMomentanémentl'un devient l'autre» (1987:75). 

Es decir, la metáfora, del griego metapheró ‘yo transporto’, es el desplazamiento de significado por medio del cual lo expresado y lo representado muestran una relación de semejanza con finalidad estética. La obra borgiana que analizaremos en este trabajo está plagada de metáforas de principio a fin: 

«El lugar donde están, sin confundirsetodos los lugares del orbevistos desde todos los ángulos» (2001:62). 

«El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetrospero el espacio cósmico estaba ahísi disminución de tamañoCada cosa era infinitas cosasporque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo» (2001:66). 

El símbolo, del griego symballein, ‘arrojar juntos’ o ‘reunir’, hace referencia a un pacto tácito, una convención socialmente aceptada que representa una idea. Concepto que Borges no cesó de repetir a lo largo de toda su vida,  insistiendo en que «todo el lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten» (2001:65). De hecho, los símbolos sugieren un lenguaje misterioso, místico y mágico indispensable en el mundo de la literatura fantástica. Un excelente ejemplo de símbolo es el que da nombre a la obra objeto de nuestro análisis, El Aleph, primera letra del alfabeto hebreo que se usa para representar el infinito en las  matemáticas y el todo en la literatura. 

La alegoría, del griego allegorein ‘hablar figuradamente’, da una imagen a lo abstracto, que no la tiene, para que pueda ser mejor entendido. Representa conceptos valiéndose de figuras humanas, animales u objetos cotidianos. Un buen ejemplo es la alegoría de la justicia: Mujer vestida de blanco (pulcritud), llevando una venda en los ojos (imparcialidad), sosteniendo una balanza en la mano derecha (equilibrio) y blandiendo una espada en la mano izquierda (orden). Si la acompañamos de alguien que le dé la espalda, querrá decir que es impotente; de un león, que es fuerte; de una tortuga, que es lenta. Si es muy delgada, simbolizará precariedad; si es muy gorda, avaricia; si está sentada, pasividad; si está de pie, actividad. Si cambiamos los objetos de mano, poniendo la espada en la derecha y la balanza en la izquierda, querrá decir que el orden es prioritario a la igualdad. La misma mujer a la vera de un gran cuerno lleno de frutas representa la abundancia; con un libro, abundancia literaria; con un corazón, abundancia emocional.

 

 

De todo lo anteriormente expuesto, se puede concluir que a literatura fantástica es necesaria para el óptimo desarrollo de la psiquis infantil porque cumple la misma función que la fase onírica, en la cual tanto niños como adultos descubren las respuestas a muchos de los conflictos que los acucian durante la vigilia.

 

Fuentes 

Alazraki, Jaime. ¿Qué es lo neofantástico? Columbia: Columbia University, 1990. 

Anderson Imbert, Enrique. Teoría y técnica del cuento. Barcelona: Ariel, 1992. 

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Cortázar, Julio. «Algunos aspectos del cuento». Casa de las Américas 15-16 (1962). 

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